Imagen
Todas las imágenes y vídeos utilizados son de dominio público y no requieren atribución (ver repositorios utilizados reiteradamente), excepto los listados a continuación, que se encuentran bajo licencias de Creative Commons Atribución 1.0, 2.0, 3.0 ó 4.0:
- Lima Bean Time Lapse por David Marvin
- Drosera Capensis eating a fruit fly por Scott Schiller
- Mung bean germination por Wjh31
- Spring is creeping in por Always Shooting
- Webcam Blumenblühen Zeitraffer – Webcam Flower Flourish Timelapse (Royalty Free) (Kostenlos) 1920×1080 60FPS por FreeSwissVideo
- Oxalis Triangularis Photonasty Timelapse por Richard Wheeler. Modificado para reproducir el vídeo en reverso.
- Vídeo de simulación sobre la formación de una galaxia por NASA
- Fotografía de Gregory Matloff: http://www.conscious-stars.com/about-greg-matloff
Excepto en los casos indicados de manera particular, las obras acreditadas anteriormente no se han modificado salvo para aplicar efectos como pan, zoom, crop y transparencia.
Música
Toda la música de este vídeo es obra de Scott Buckley y se encuentra bajo una licencia de Creative Commons Atribución 4.0 Internacional. Puedes visitar la página web de este magnífico compositor y científico a través de aquí: https://www.scottbuckley.com.au
Guion:
“Tu visión se aclarará solo cuando puedas mirar en tu propio interior. Quien mira fuera sueña; quien mira dentro despierta.” – Carl Gustav Jung
Observa esta inmensa danza cósmica. Piensa en todas las estrellas, planetas y objetos celestes que la conforman. Piensa en cuál habrá sido el origen de todo lo existente. Piensa sobre tu propio pensamiento. Qué extraño, ¿verdad? El hecho de que tengas la capacidad de percibir, de sentir, de pensar. De ser consciente.
La naturaleza de la consciencia continúa siendo uno de los grandes misterios para el ser humano, si no el mayor de ellos. ¿Qué es? ¿Cómo se manifiesta? ¿Es la vida, o siquiera una red neuronal, un prerrequisito para que emerja? Resulta difícil negar la consciencia de uno mismo. Si la consciencia es la capacidad de percibir y sentir el propio entorno, resulta complicado además, negar que un animal tenga cierto nivel de consciencia. Vayamos más allá: ¿y las plantas? Las plantas reaccionan a su entorno en busca de luz, agua y nutrientes, y hoy sabemos que se comunican entre ellas a través de diversos mecanismos para percibir peligros o la presencia o competencia de otras plantas. ¿Es posible que podamos ir todavía más allá? ¿Dónde situamos la línea que separa lo que es consciente de lo que no lo es?
Existe una hipótesis que pretende responder a esta pregunta de una manera poco ortodoxa: no existe tal línea. La consciencia no es un fenómeno todo-o-nada, o sea, que aparece o no aparece; sino que la misma se presenta de forma continua en diferentes estados cuantitativos, siendo, por ejemplo, la del ser humano una consciencia más compleja que la de una planta. O lo que es lo mismo: ¿y si todo en el universo tuviese ciertos niveles de consciencia? ¿Son las estrellas conscientes? Aquí te presento la hipótesis del panpsiquismo.
La palabra panpsiquismo no tiene entre sus ingredientes etimológicos harina y levadura, no. Procedente del griego, pan significa “todo” y psyché, “alma”. Así, el panpsiquismo refleja el concepto de que todo en el universo tiene cierto nivel de consciencia. Pero, antes de nada, ¿qué es la consciencia?
¿Qué es la consciencia?
Me alegro de que preguntes, porque existen varias definiciones e interpretaciones de lo que puede ser uno de los fenómenos más misteriosos que existen: algo que, irónicamente, todos experimentamos pero nadie es capaz de definir con exactitud. Pero se podría decir, en términos generales, que la consciencia es el estado subjetivo de percibir algo, bien externo o interno al sujeto que experimenta o proyecta el fenómeno de la consciencia. Esto puede alcanzar muchos niveles diferentes: desde percibir luz, bien a través de los ojos u otras estructuras sensoriales, hasta percibir la existencia de uno mismo, del yo, que sería uno de los niveles más elevados de consciencia o percepción que nosotros los seres humanos conocemos.
Todos sabemos, o al menos lo intuimos con convicción, que los animales pueden sentir placer y dolor, y que muchos de ellos además son capaces de experimentar alegría, tristeza, miedo… Lo que no parece tan claro a simple vista es si otros seres vivos sin un sistema nervioso típico, como las plantas, pueden también experimentar lo antes mencionado. Muchos rechazan de lleno el hecho de que las plantas puedan tener algún tipo de consciencia. He aquí algunos de los argumentos que se utilizan para tal rechazo:
- “Las plantas son simples, no se mueven y por lo tanto no necesitan un sistema nervioso”.
- “Las plantas no sienten dolor, de lo contrario habrían evolucionado para poder desplazarse e intentar escapar de sus depredadores”.
- “Las plantas carecen de un mecanismo de transmisión de información similar a la del sistema nervioso de los animales. De hecho, las plantas no tienen cerebro, que es el órgano encargado del procesamiento de los sentimientos”.
- “Soy vegano”. No, no; es broma.
Estas afirmaciones tienen una naturaleza falaz, están basadas en una forma de pensar dogmática y son por tanto escasamente científicas. De hecho, me remito a un vídeo anterior del canal y reafirmo las cuestiones planteadas en él, ya que he podido observar han originado un debate bastante acalorado entre muchas de las personas que me siguen y lo han visto.
Pero, volviendo a las plantas: lo cierto es que sí existe la conducción de señales electroquímicas en el interior de las mismas, similar a la que tiene lugar en el sistema nervioso de los animales. Y además, la atenta observación del comportamiento de las plantas resulta de los más esclarecedor. Según la ciencia experimental de los últimos veinte años en este campo, las plantas pueden percibir olores, sensaciones táctiles, agua e incluso no solo luz sino también colores. Pueden comunicarse con otras plantas y también pueden aprender y recordar. ¿Podrían las plantas, por tanto, poseer consciencia? Esta evidencia parece soportar una respuesta afirmativa. Si las plantas pudieran ser conscientes, ¿qué no lo es? Es decir, tal y como nos planteábamos al comienzo del vídeo: ¿dónde situamos la línea que separa lo que es consciente de lo que no lo es?
¿Son las estrellas conscientes?
El que ves en pantalla es Gregory Matloff, un físico con una larga trayectoria profesional en el campo de la astrofísica. Este científico dedicó parte de su carrera a estudiar un curioso fenómeno: los datos recolectados del momento y velocidad del movimiento de las estrellas muestran instancias en las que las mismas no se mueven acorde a los modelos actuales de que disponemos para explicar la astrofísica. Buscando una respuesta a esta incógnita, Matloff se topó con un concepto descubierto en la década de los 1950 que le sorprendió: la discontinuidad de Parenago. Este concepto describe cómo las estrellas de menor temperatura, incluyendo nuestro Sol, se mueven algo más rápido alrededor del centro de la galaxia que las de mayor temperatura.
Matloff consideró varias explicaciones para intentar responder a estas cuestiones; entre ellas, presión de radiación y chorros relativistas, pero además una idea que, según él, no puede desestimar dadas sus investigaciones: el hecho de que las estrellas tengan una forma de proto-consciencia. En otras palabras, el movimiento y velocidad aparentemente coordinados de los astros podría ser el resultado de una intencionalidad por parte de los mismos.
Tal y como dice la frase popularizada por Carl Sagan “afirmaciones extraordinarias requieren pruebas extraordinarias”, Gregory Matloff es consciente de que debe ser riguroso en sus investigaciones para dar fuerza a tal hipótesis, y nos lo hace saber diciendo que “esencialmente he propuesto una hipótesis, busqué pruebas que la respaldaran, las encontré y las tabulé, y entonces demostré qué se puede hacer para mejorar las pruebas, así que creo que lo que he hecho es lo que podría ser el primer paso para sacar el panpsiquismo fuera del campo de la filosofía deductiva y encontrar una manera de ponerlo a prueba empíricamente”.
Matloff desea ser capaz de ofrecer una manera de poner el panpsiquismo bajo la lupa empírica, y así lo demuestra en uno de sus artículos: “¿Puede el panpsiquismo convertirse en una ciencia observacional?”.
Todo muy bien, pero, ¿qué pasa con el panpsiquismo?
Si algo que consideramos una conglomeración de materia inorgánica como lo es una estrella pudiese tener algún grado de consciencia, la proposición del panpsiquismo empieza a cobrar forma: la consciencia está presente en toda la materia. Las distintas formas de organización de la materia darían lugar a diferentes estados de consciencia. Esto es, pues, lo que nos dice la doctrina del panpsiquismo.
Pero existen críticos de esta interpretación que se plantean una cuestión todavía más abstracta y alucinante del panpsiquismo: la consciencia no depende de la materia en absoluto, sino que es al revés. La consciencia es todo aquello que no es materia. Piénsalo por un segundo: mientras escuchas estas palabras, observa lo que sea que tienes delante de ti. Lo que ves es una interpretación subjetiva de ese objeto, de esa proyección arquetípica producida por tu mente. Y es posible que intentes racionalizarlo diciéndote que “si otros pueden ver lo mismo que yo, eso significa que existe objetivamente”, pero, ¿cómo puedes tener esa certeza? Imagina la consciencia como una entidad sin dimensiones que se manifiesta de formas diversas, y que una de esas formas sea la mente humana o la mente de un perro: la mente humana proyectará el arquetipo de, por ejemplo, un jarrón, de forma diferente a la de un perro. ¿Y cómo verá ese jarrón un pez, por ejemplo? Entonces, ¿qué demonios es realmente objetivo? ¿Será absolutamente todo subjetivo? Si es así, ¿qué es la materia? ¿Es la materia consciencia, en última instancia?
Lo cierto es que no lo sabemos, pero como siempre, es fascinante plantearse estas posibilidades.